Somos una pareja liberal que llevamos en este mundillo unos 15 años. Os quiero contar una de
nuestras aventuras con una parejita con la que quedamos de vez en cuando.
Somos de Madrid y solemos quedar a mitad de camino en una
zona de pubs que nos gusta a los cuatro. El tema es que ya había varios meses
que por distintos motivos no habíamos coincidido y esperábamos el encuentro con
mucha ilusión. Alberto y Marta son una pareja guapa, divertida y morbosa como
nosotros. Yo (Susana) soy la que busco las citas y lío a mi chico (Luismi) para
quedar con otras parejas y pasar unos ratos diferentes, divertidos y muy muy
morbosos.
Habíamos quedado a las 10 de la noche para picar algo y
después tomar unas copas que era nuestra costumbre. Como siempre llegaron
puntuales y preparados para pasar una noche a tope. Marta era una chica
normalita físicamente pero con unos ojazos azules impresionantes, que junto con
su larga melena la hacían una niña muy atractiva a la primera vista. Alberto
era un chico que todavía tenía en su cuerpo las marcas de los años de
deportista de élite en el baloncesto, y que una lesión complicada lo apartó muy
rápido de su prometedora carrera. Su altura, su justa corpulencia y unos labios
carnosos lo hacía un chico que no pasaba desapercibido para ninguna chica.
Tenía ganas de algo distinto esa noche, quería que sucediera
algo muy morboso y que fuese el paso previo a una noche de pasión para los
cuatro. Yo me confieso heterosexual convencida y practicante, y nunca se me
pasó ninguna otra cosa por la cabeza, pero esta noche pasaron cosas que para
siempre quedarán en nuestras retinas.
Mi chico es “un incitador al pecado” y esa noche cuando ya
estábamos picoteando en la tapería notaba como le estaba acariciando por debajo
de la mesa con el pie las piernas de Marta, y conociéndolo como lo conozco
seguro que haría algo mas entre las piernas de la chica. Cuando terminamos de comer y nos
cambiábamos de bar para tomar unos cafecitos, Luismi me comía la oreja para que
me metiera con Marta en el baño e hiciésemos cositas las dos. Reconozco que
entre risas le dije que estaba loco “que clase de propuesta es esa”… y así
entre sonrisas cómplices nos adentramos en una cafetería muy chic pero casi
vacía para tomarnos unos cafecitos y unos carajillos para empezar la noche.
Nos acomodamos para pedir las consumiciones y al momento
Marta me dijo que si la acompañaba al baño. Mi chico me envió una mirada
lasciva de forma inmediata y yo dije “por supuesto guapa” con los ojos puestos
en el guarrillo de Luismi pensando “que loco está…”. Los baños son amplios, con
cinco apartados y recién renovados, yo hice para quedarme fuera mientras Marta
entraba en el último, pero ella me dijo “¿no entras?”.
Fuí yo quién cerró la puerta mientras podía ver como Marta se
disponía a subirse su faldita blanca y bajarse sus braguitas blancas de encaje.
No es que estuviese cortada, pero estaba pensando en “la loca idea de mi
Luismi” y no dejaba de ruborizarme con solo pensarlo. Marta se estaba bajando y arreglando su
hermosa faldita blanca y yo me disponía a hacer lo mismo que ella cuando, sin
darme cuenta, ella me cogió del brazo, me miró fijamente y me espetó “déjame
que te ayude ¿te importa?”. Esa frase me impresionó, me dejó tiesa “si, claro,
no importa” le dije un poco asombrada y mirándola a sus hermosos ojos azules
con una sonrisita forzada. Primero me apartó la mano de mi cinturón marrón que
ella ágilmente aflojó en un solo movimiento. Ella me sonreía, buscaba en mi cara unas muestras
de complicidad, de agrado por mi parte. Yo estaba un poco rígida por que nunca
una chica me había tocado o sacado la ropa de esa manera. “¿Está bién así?” me
decía para rebajar la tensión que notaba con mi rigidez. “Si claro” no sabía
que decir ni que hacer, se agolpaba en mi mente la propuesta de Luismi y la
situación casi violenta con Marta… Cuando desabotonó el pantalón y bajó
despacito la cremallera me di cuenta que “algo distinto” se avecinaba. Me
miraba con los ojos muy abiertos, como buscando un asentimiento a lo que me
estaba haciendo, y al mismo tiempo bajaba la mirada para ver lo que hacía y
como me bajaba los pantalones vaqueros de forma que yo me sintiera cómoda y a
gusto.
Supongo que sería los efectos del vino que nos tomamos en el
picoteo pero aquella situación me empezaba a gustar, y rápidamente decidí
dejarme llevar por la guapa de Marta, ella sabría lo que hacer. Yo llevaba una tanguita
violeta con un lacito negro a juego con mi sostén, se paró a verla “que bonita
es, me gusta su tacto” y la acarició antes de bajarla. Me pasó los dos deditos
por la zona del clítoris y eso me dio un estremecimiento placentero que no me
esperaba que me hizo realizar una profunda respiración. Ella se paró, me miró
fijamente de nuevo, quería entender esa respiración tan profunda “¿Qué pasa?...
¿te gusta?”, yo asentía, me acercó su
cara y me enseñó sus labios para que yo los tomara a mi placer… y los cojí
rápidamente, con dulzura pero con firmeza, con una cierta ansiedad. Era mi
primer beso a una chica y tengo que decir que me gustó.
Siguió por los laterales de mi tanga, separó las finas tiras
de algodón de mi piel y la empezó a bajar al tiempo que se agachaba para
dejarla más bajo de mis rodillas. Y allí se quedó viéndome, me miraba desde
abajo para que me diese cuenta que “deseaba lago más” que sacarme el tanga. Se
quedó cerquita de mi coñito, rozando con sus labios los pelitos del monte de
venus desnuditos, casi rozando mi clítoris. Lo hacía muy bien, con maestría,
con delicadeza y sabiendo que yo me quedaba con ganas de mas. Se levantó y me dijo
que me sentara. Ahora era yo quién tenía justo enfrente la faldita de esta
chica “tan traviesa y divertida”. No le hice nada por pudor, por que quizás
todavía no estaba preparada para este momento y creo que ella lo entendió
rápidamente. Cogí el papel para limpiarme y levantarme, y de nuevo me dijo “¿me
dejas hacerlo a mí?”. Asentí con la cabeza y con un dulce “por supuesto
cariño”. Me levanté los brazos para dejarla hacer el ceremonial de vestirme y
para que fuese ella quién tomase las riendas de la situación. Se detuvo en
acomodarme bien el tanguita blanco, quería que estuviese cómoda recorriendo con
sus deditos toda la prenda para comprobar que estaba todo en su sitio y bien
colocado. Un último roce seguido de un leve pellizquito en mi vulva tapada por
el tanguita fue lo anterior a subirme el pantalón. Todavía noto la lentitud y
el tacto del pantalón subiendo por mis piernas, cada pliegue, cada roce, cada
acomodación del vaquero a mi piel. Ella me hizo sentir una cosa en la que nunca
antes había reparado y por último para terminar, me cogió firmemente por la
cintura, de nuevo me acercó sus labios, me miró con lascivia me lamió con
dulzura mis labios y me dijo con voz
entrecortada y susurrando “hoy… me gustaría lamerte… algo mas…”.
Salimos del baño mas cómplices que nunca, juntitas y con
sonrisas picaronas y rebobinando en mi mente la situación que acababa de vivir…
¡y vaya si me lamió esa noche! Pero esa ya es otra historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario