19 jun 2012

MORBO EN PLENO VUELO


Por temas de trabajo viajo bastante hacia el sur, Cataluña Y Galicia y cuando me lo permite la ocasión procuro viajar acompañado por mi mujer. Una zona que nos encanta es Sevilla, de esa maravillosa ciudad tenemos grandes recuerdos y vivencias. Será el calor, sus gentes, su alegría, la ciudad… lo cierto es que viajar a Sevilla siempre es motivo de alegría y procuro que me coincida un viernes para aprovechar el fin de semana acompañado de mi esposa.


En uno de esos viajes a Sevilla con fin de semana incluido salimos realmente temprano para aprovechar al máximo el tiempo y curiosamente el avión estaba medio vacío. Por la semana tenemos poco tiempo para tener una relación sexual regular y estas escapadas nos predisponen a estar especialmente abiertos a cualquier oportunidad u ocasión.
Susana estaba vestida con una chaqueta negra y una camisa blanca, todo ello a juego son su falda tuvo que le llegaba justamente a las rodillas. Como siempre llevaba un escote generoso que hacía adivinar lo que había debajo, hacía intuir la frescura de sus pechos generosos, que dado el fuerte aire acondicionado del avión se le habían asomado sus sabrosos pezones.
No tenemos miedo a volar, pero ella siempre se agarra a mi mano en el momento de despeje. La notaba caliente como siempre, pero aquella situación me parecía distinta. La tensión del vuelo, los pocos pasajeros y aquellos pezones que querían hacerse paso entre su sujetador de encaje gris y su blusita blanca agudizaron mi mente. Puse mi mano en su pierna, acariciándola, con delicadeza, sus medias negras de cristal eran muy suaves, me excitaba en cada desplazamiento de mi mano sobre su delicada pierna. Ella me miró con una sonrisa de picardía y complicidad, incluso se acomodó para que yo pudiese estar mas cómodo y pudiese explorar mejor ese instante. Y en ese justo momento me leyó el pensamiento.

La azafata tenía poco trabajo, era un vuelo de 40 minutos y apenas tenía trabajo con los pasajeros que nos encontrábamos allí. Aprovechaba las idas y venidas de la chica para pajear suavemente a mi viciosilla, y fue cuando Susana me dijo en un momento en que la azafata se retiraba hacia la cabina “sígueme al baño, te deseo cariño, quiero que me hagas una paja”. Aquello resonó en mi cabeza y me puso como una moto. Cuando se levantó del asiento lo hizo de una forma muy insinuante, mirando para el pasajero del asiento de enfrente con una mirada de lascivia y desafío. Cuando llegó a la altura de la puerta yo me levanté y me dirigía con cierta tranquilidad al baño. No sé si los demás se dieron cuanta, pero a mi me daba igual…

La puerta estaba echada pero abierta, mi viciosa me estaba esperando de pie, tocándose sus pechos, rozándose su culito a la estrecha pared de aquel baño minúsculo. Me abalancé sobre ella como un poseso, estaba empalmadísimo sabiendo lo que me esperaba. Mi primer instinto es comerle la boca a mi viciosilla, daba gusto jugar con la punta de su lengua en mi boca. Ella la movía como si me quisiese penetrar con dureza, era un juego de entradas y salidas que nos ponía frenéticos. Me cogió la mano izquierda y me la puso entre sus piernas y me la apretó contra su coñito. Quería que siguiese con el juego… “tocameeeeee….” me decía al oído con un largo susurro.  Le metí tres deditos en su jugoso coño de golpe. Dio un gritito de placer y con la otra mano le tapé su boca para que no siguiese gritando. ¡Eso aún la enloqueció más! Sus suspiros estaban creciendo al ritmo en que mis dedos se hacían hueco en su chorreante coñito. Le saqué la mano despacio de su boquita y ahora le metía los dedos en su jadeante boca… me los comía como si fuesen mi polla, con desesperación, con un ritmo frenético y buscando placer de la forma que fuese. Yo no dejaba de mover mi mano para arriba y para abajo en su chorreante coño, y ella se estaba quieta para notar cada embestida de mis dedos. Notaba como me los apretaba, como intentaba sacar el máximo de placer de cada movimiento o de cada rotación, la encontraba fuera de si, aquella situación la enloquecía de placer.

Fue entonces cuando tuvo su orgasmo, le tuve que poner de nuevo la mano en la boca por que los jadeos y los suspiros de mi putita se escuchaban en todo el avión. Para ella fue como un golpe repentino de calor y placer al mismo tiempo por todo su cuerpo, no se podía aguantar de gusto y se retorcía como nunca la había visto antes. Apretaba sus piernas para que no sacara mis deditos de dentro de ella, quería atrapar aquel momento de placer lo máximo posible, como si fuse el último… y unos golpecitos en la puerta acabaron con todo el morbo.

Se subió rápidamente el tanguita, se ajustó la falda, y entre sonrisas disimuladas salimos del baño con la sensación de haber pasado un instante mágico y delirante.



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